miércoles, 9 de noviembre de 2011

Cultura del esfuerzo

(2º ensayo para la asignatura "Claves del pensamiento actual")
Hace pocos días, el presidente de Mercadona, Juan Roig, presentó la nueva camiseta que el equipo Valencia Basket, del cual es patrocinador, lucirá la presente temporada. Lo sorprendente del hecho es que en ella el nombre del sponsor ha sido sustituido, a instancias de Roig, por un simple enunciado: “La cultura del esfuerzo”.
Esfuerzo. A día de hoy, es casi inevitable oír esta palabra sin asociarla a la gente joven. Y es que muchas de las abundantes críticas que en la actualidad se dirigen a los jóvenes se basan en que éstos rechazan todo aquello que conlleve precisamente esfuerzo, y en ello se incluyen valores y virtudes como el compromiso, el afán por aprender o el ejercicio de asumir responsabilidades. Una juventud que a raíz de acontecimientos recientes de distinta índole y en el contexto de la actual crisis económica, social y, por qué no, de valores, ha sido situada en los últimos meses en el foco de todas las miradas a la vez que ha sido blanco de numerosos reproches.
Sin embargo, me da la impresión de que estas críticas suelen apuntar sistemáticamente a los propios jóvenes como responsables de esta grave carencia como si ésta hubiese surgido por arte de magia, exclusivamente por su culpa. Llegados a este punto, creo que cabe realizar un exhaustivo examen de conciencia, ya no solo por parte de aquellos a los que ahora se achacan estas deficiencias, la juventud, sino en primer lugar y sobre todo por parte de aquellos que integran la generación que les precede. Ellos son responsables de la creación y desarrollo de la nueva “hornada”  y, en consecuencia, suya es también la responsabilidad de dar buen cauce a la misma, dejando el terreno abonado para que de ella nazcan buenos frutos. Y observando la realidad, queda claro que en ese sentido algo (por no decir casi todo) ha fallado.
Es en este punto donde los llamados adultos deberían preguntarse: ¿qué hemos hecho mal? En el contexto en que se ha gestado esta generación de gente joven se observan una clara línea dominante: Los jóvenes venimos creciendo en un ambiente cuyo único protagonista es el hedonismo. Se ha creado un mundo en el que cualquier cosa que se quiere se consigue inmediatamente, con la consecuente y lógica pérdida del valor del trabajo y el sacrificio. Se ha reducido todo, en definitiva, a la ley del mínimo esfuerzo.  El articulista Antoni Puigverd ha resumido estas circunstancias en una expresión que, como suele decirse, da en el clavo: se trata del “nihilismo del caviar”[1]. Porque en el fondo, detrás de lo atractivo y lujoso de esta sociedad que hemos heredado se esconde un mundo en el que parece no haber ninguna meta a la que llegar.
Pero cuidado; los hay que se empeñan en dar por perdida a esta generación y con ello pregonan el hundimiento total de la sociedad. Estas voces pretenden englobar a toda la gente joven bajo la etiqueta de la llamada generación ni-ni. Pero lo cierto es que quien lanza este tipo de afirmaciones pasa por alto un hecho que cada vez son más los jóvenes que no se resigna ante este panorama. Son muchos los ejemplos que hoy encontramos de jóvenes emprendedores que lideran proyectos ambiciosos; jóvenes solidarios que quieren salir de sí mismos para darse a los demás. Hechos recientes y en apariencia totalmente antitéticos ejemplifican esta realidad: el movimiento 15-M y la Jornada Mundial de la Juventud. Más allá de cualquier valoración sobre su trasfondo ideológico, lo objetivo y evidente es que en ellos se han dado claros ejemplos de una juventud con capacidad de compromiso, con aspiraciones a liderar, con unos ideales en los que creer y a defender. En definitiva, gente joven que tiene inquietud por cambiar el estado de las cosas, por mejorar la sociedad. Precisamente ahí ponen su empeño y ahí fructifica su trabajo, fundamentado, por qué no, en la cultura del esfuerzo.


[1] Antoni Puigverd, “El nihilismo del caviar” en La Vanguardia, 31 de mayo de 2010.

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